Por Ana Dieta de Herrero *
I.- Introducción
Si todo tiene que ver con todo y en cada etapa de la historia de la criminología se pueden distinguir prácticas de discursos, parece interesante detectar en una obra de trascendencia de la literatura nacional, parámetros que permitan reconocer tendencias y posturas.-
De tal manera, acudiendo humildemente al recurso del método genealógico, se pretende en este trabajo revisar algunos párrafos del Martín Fierro, que por su riqueza y claridad expositiva, se entiende que resultan sumamente ilustrativos al momento de identificar caracteres y rasgos específicos del positivismo criminológico.-
II.-El positivismo criminológico
Durante la segunda mitad del siglo XIX, los progresos de las ciencias naturales permitieron que se atribuyera supremacía a su método, como único reconocido con valor científico y esencialmente la positivismo criminológico cree en la posibilidad de una resolución racional, científica, de la cuestión criminal.-
Ésta se entiende como síntoma de malestar social y se reduce a un problema de patología individual -el desviado- que legitima el aparato represivo que adquiere una justificación natural como reacción del cuerpo sano que lucha contra su parte enferma.[1]
La criminología positivista se interesa por un objeto conformado por la criminalidad resultante de una doble selección generada por las definiciones legales de criminalidad y la puesta en práctica por los aparatos de control social.[2]
Parece reducir su explicación del fenómeno de la criminalidad a la denominación del “hombre delincuente”, como ente diferenciado, otra “raza”, distinguible plenamente del resto de la humanidad “normal”.[3]
El racismo y la desigualdad denotados por esta corriente trasciende no sólo al considerar al sujeto delincuente, sino también inferior, siguiendo un modelo propio del Siglo XIX.-
Con un discurso científico y valiéndose de desccripciones físicas, a través de la nueva ciencia de la criminología, puede detectarse el “delincuente nato” o el “hombre delincuente”, que pasa a ser el objeto de estudio de la corriente en boga.-
De acuerdo a esta postura, existe un sustento científico que justifica adecuar las penas a las necesidades de defensa social pero también a las características del delincuente y a su grado de peligrosidad social.-
Dentro de esta corriente, pueden identificarse distintas tendencias tales como el positivismo bioantropológico de Lombroso, el positivismo idealista de Garófalo y el positivismo penal-sociológico de Ferri.-
Cesare Lombroso -médico alienista señalado como fundador de la criminología- mediante su obra El hombre delincuente, preconiza que a través del reconocimiento médico de comparación con “hombres normales” puede identificarse al sujeto delincuente, que responde al modelo primitivo y de determinada tipología psicofísica, nacido como tal y cuyos comportamientos debían ser evitados.-
Por su parte Enrico Ferri compatibiliza la versión naturalística de Lombroso con la idea de la defensa social, siendo éste el propósito de la justificia criminal, descartando la posibilidad del libre albedrío del sujeto que puede ser clasificado en , nato, loco, habiual, ocasional o pasional. De tal manera que a los originales factores biológicos y físicos del crimen deben adicionarse los factores sociales tales como opinión pública, densidad de población, religión, alcoholismo, educación, etc..[4]
A su vez, Rafaelle Garófalo, acuña la visión del "delito natural", justificando la defensa social ante el enemigo natural o delincuente natural, que podía variar en cada contexto social. Siendo la valoración europea la que dictaba el contenido de los dos sentimientos básicos, sanos y naturales, esto es la piedad y la probidad, debía defenderse a la sociedad de aquéllos que carecieran de esa sensibilidad y que resultarían de imposible resocialización, conformando un cuadro de peligrosidad -temerita-, es decir perversidad constante y activa de la que resultaría la proporcionalidad de la pena, descartando el daño causado como medida de dosificación.[5]
De allí surge que el empleo de conceptos como “mala vida”, para sindicar a clases marginadas y “peligrosas”, como problema y objeto de repudio respecto del cual debían tomarse medidas de marginación y protección.-
De lo hasta aquí dicho se puede concluir que los principios fundamentales de esta postura son[6]:
a) El verdadero fin de la justicia penal no es el delito sino el delincuente, quien a través de su conducta revela su peligrosidad.-
b) El delincuente se ve determinado por factores que descastan el libre albedrío.-
c) El delincuente no debe recibir penas sino medidas de seguridad proporcionadas a su peligrosidad.-
d) Todo infractor, que pueda ser responsabilizado penalmente o no, debe ser objeto de medidas de seguridad dosificadas por su estado peligros.-
e) Otorgar importancia a medidas de prevención -sustitutivos penales-, pues la represión no contempla causas o factores de criminalidad.-
f) El régimen penitenciario debe atender a la reeducación de los readaptables o a la segregación de los sujetos incorregibles.-
III.- Visión local
El pensamiento criminológico tuvo también su repercusión en latinoamérica, tornándose más visible a partir de la finalización de la dependencia de España y hacia la consolidación de los estados nacionales.[7]
En nuestro país, su incidencia se observó en el ámbito político, lo que se refleja en el lema del gobierno de Julio Argentino Roca: “Paz y administración”, y si bien tuvo manifestaciones en todas las áreas culturales y científicas, más se destacó en el terreno de la medicina e higiene, en función de la necesaria erradicación de las "pestes" -fiebre amarilla, etc.- que convirtió en expertos destacado a los médicos.-
En el orden jurídico se evidenció el pensamiento penitenciarista y la aceptación de un programa penal positivista en
Del mismo modo descolló José María Ramos Mejía, quien escribió Principios fundamentales de la escuela positiva de derecho penal, La locura de
Por su parte, José Ingenieros aportó su visión mediante el tratado Criminología en que proponía el programa de criminología en dividido en tres momentos: etiología criminal, clínica criminológica y terapeútica criminal buscando las causas de la delincuencia en la fusión de las biológicas y ambientales, de tal manera que la clínica se reservara a terminar con la temibilidad del delincuente y la pena concebida como terapéutica a asegurar la defensa social.-
IV.- Martín Fierro: momento y circunstancias
José Rafael Hernández, nació en Buenos Aires en 1834, hijo de Isabel Pueyrredón -prima de Juan Martín- y de Rafael Hernández, un rico comerciante.-
Fue funcionario, legislador, periodista, militar y poeta, pero toda su actividad estuvo influída por su concepción política del federalismo autonomista, ciertamente irritante para su propio entorno.-
Su ideario se había evidenciado en determinadas publicaciones que se orientaban a la defensa de del caudillo federal Chacho Peñaloza.-
Su obra Martín Fierro fue entregado a imprenta en 1872 y publicado en 1873, pergeñada durante los años posteriores a
El ámbito espacial de la obra es
En se marco geográfico e histórico se define al gaucho como “el tipo humano característico de estos paisajes hasta bien entrado el siglo XIX, aunque surgiendo de los numerosos mestizos de español e india, más que un producto étnico era un producto social. Constituía el grueso del peonaje indispensable para una ganadería extensiva en expansión; un peonaje que desarrolló un modo de vida peculiar, seminómada, en el que el elemento central era el caballoY.trabajaba a sueldo en las estancias, aunque, necesitando poco dinero, su permanencia en los empleos no solía ser muy larga. Mestizo y peón pobre, el gaucho era un individuo marginado por la sociedad, primero por la sociedad, primero por la colonial y luego por la emancipada.”[8]
Estando a los dichos de los entendidos en la materia literaria, el poema Martín Fierro “es el intento de Hernández por darle una dimensión simbólica a la más representativa personalidad de la pampa en el recodo antefinal del siglo XIX, a saber, el gaucho caído en desgracia por las transformaciones técnicas y políticas. Lo dibuja literariamente como un prototipo que padece ”la zarpas del Estado”, y que no se somete a las arbitrariedades de la organización nacional que diseñaban y operaban Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento”.[9]
De esa coyuntura surge que:
1320
Él anda siempre juyendo,
Siempre pobre y perseguido;
No tiene cueva ni nido,
Como si juera maldito;
Porque el ser gaucho ¡carajo!
el ser gaucho es un delito.-
1345
Le llaman “gaucho mamao”
Si lo pillan divertido,
Y que es mal entretenido
Si en un baila lo sorprienden;
Hace mal si se defiende
Y si no , se ve fundido.-
1355
Su casa es el pajonal,
Su guarida es el desierto;
Y si de hambre medio muerto
Le echa el lazo a algún mamón,
Lo persiguen como a plaito
Porque es un “gaucho ladrón”.-
1375
Para él son los calabozos, para él las duras prisiones;
En su boca no hay razones
Aunque la razón le sobre;
Que son campanas de palo
Las razones de los pobres.-
1385
Si uno aguanta, es gaucho bruto;
Si no aguanta, es gaucho malo.-
¡Déle azote, déle palo,
Porque es lo que él necesita!
De todo el que nació gaucho
ésta es la suerte maldita,
Con similar modo de expresión, al igual que José Hernández, otros autores del mismo contexto histórico se dedicaron a la descripción de delincuentes criollos, tal el caso de Eduardo Gutiérrez, en su “Juan Moreira” -vago y mal entretenido- o el de Benigno Lugones a través de “Bocetos policiales”, mientras que otros se dedicaron a estigmatización del inmigrante.-
V.- Conclusión
El positivismo criminológico justifica opciones de política criminal a través de la delimitación de la criminalidad en cabeza del sujeto que considera delincuente -el controlado, detenido y castigado- y que identifica mediante una categorización de individuo diferente a los considerados “normales”.-
Ese hombre diferente, señalado por sus características biosíquicas carece de libre albedrío y está determinado por su propia condición marginal, a la que se adiciona su bajo entorno social.-
Aparece claramente discriminado y por su naturaleza dísimil a los restantes seres humanos y surge como material dispuesto al ejercicio de las correcciones de su pretensa desviación mediante el empleo de los aparatos de control social y por ello la pena se entiende como proporcional a su individual peligrosidad.-
A partir de esa postura del positivismo criminológico, surge en el ámbito nacional el discurso de “orden y progreso” que evidencia la preocupación por la amenaza que la criminalidad produce contra el cuerpo social en su conjunto.-
Esa estigmatización de determinados individuos justificó la adopción de prácticas destinadas a eliminar la posible contaminación que no sólo se aplicó en el caso del indio -al que se intentó y casi consiguió exterminar-, sino también respecto de ciertos inmigrantes y claramente con relación al gaucho.-
Este nuevo sujeto deviene objeto de discriminación y segregación primero y de represión después, y así lo muestra la obra de José Hernández cuando define al gaucho como destinatario de los padecimientos del descastado al que necesariamente se lo tilda de delincuente y peligroso, huésped ineludible de la prisión.-
Resulta altamente ilustrativa la descripción que aporta el autor y su visión se propone como una crítica a las consideraciones de la época con relación a la preocupación y el miedo que el entorno social sustenta en el individuo al que le atribuye la al parecer ineludible condición de “delincuente criollo”y por tanto destinatario casi exclusivo de la represión oficial.
Doctora en ciencias jurídicas y sociales por
[1]Pavarini, Massimo. Control y Dominación, Teorías criminológicas burguesas y proyecto hegemónico. Siglo veintiuno editores S.A., México 1983, págs.27 y ss.
[2]Pavarini, op.cit.
[3]Anitúa, Gabriel Ignacio. Historia de los pensamientos criminológicos. Editores del Puerto SRL, Bs.As.,2005, pág.179 y ss.
[4]Anitúa,op.cit.
[5]Anitúa, op.cit.
[6]Orellana Wiarco, Octavio A.. Manual de Criminología,Editorial Porrúa, México, 1985, págs.101 y ss.
[7]Anitúa, op.cit.
[8] Hernández, José . Martín Fierro. Edición, Introducción y Notas de María Teresa Bella y Jordi Estrada, Biblioteca
[9] Muleiro, Vicente, “El largo galope de José Hernández”, Revista Ñ, Clarín 4/11/06.
No hay comentarios:
Publicar un comentario